dissabte, 30 d’agost del 2014

UNA HOJA DE PAPEL



Mi carácter impulsivo, cuando era niño, me hacía reventar en cólera
a la menor provocación. La mayor parte de las veces, después de uno
de estos incidentes me sentía avergonzado y me esforzaba por
consolar a quien había dañado. Un día mi maestro, que me vió dando
excusas después de una explosión de ira, me llevó al salón y me
entregó una hoja de papel lisa y me dijo:

¡Estrújalo! . Asombrado, obedecí e hice con él una bolita.

Ahora -volvió a decirme- déjalo como estaba antes.

Por supuesto que no pude dejarlo como estaba, por más que traté, el
papel quedó lleno de pliegues y arrugas.

El corazón de las personas -me dijo el maestro- es como ese papel...
La impresión que en ellos dejas, será tan difícil de borrar como
esas arrugas y esos pliegues.

Así aprendí a ser más comprensivo y más paciente; cuando siento
ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado.

La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar. Más
cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras.
Luego queremos enmendar el error, pero ya es tarde. Alguien dijo una
vez:

"Habla cuando tus palabras sean tan suaves como el silencio". Por
impulso no nos controlamos y sin pensar arrojamos en la cara del
otro palabras llenas de odio y rencor, y luego, cuando pensamos en
ello, nos arrepentimos. Pero no podemos dar marcha atrás, no podemos
borrar lo que quedó grabado.

Muchas personas dicen: "Aunque le duela se lo voy decir"..., "la
verdad siempre duele"...,"no le gustó porque le dije La verdad"...,
etc, etc. Si sabemos que algo va a doler, a lastimar, si por un
instante imagináramos cómo podríamos sentirnos nosotros si alguien
nos hablara o actuara así... ¿lo haríamos? Otras personas dicen ser
frontales y de esa manera se justifican al lastimar: "Se lo dije al
fin... para que le voy a mentir..., yo siempre digo la verdad aunque
duela"...

Qué distinto sería todo si pensáramos antes de actuar, si frente a
nosotros estuviéramos sólo nosotros y todo lo que sale de nosotros
lo recibiéramos nosotros mismos ¿no? Entonces sí que nos
esforzaríamos por dar lo mejor y por analizar la calidad de lo que
vamos a entregar.

Recuerda:
Lo que de tu boca sale, del corazón procede.

Aprendamos a ser comprensivos y pacientes. Pensemos antes de hablar
y de actuar.

Carmen Gómez Jácome
 619791539
carmen@terapiesagranollers.com

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