dilluns, 25 de juny del 2012

Cómo llenar de placer nuestra vida


Para bien de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu.
Pasamos por la vida sin tomar conciencia de que muchas de las actividades que realizamos, incluso las más rutinarias, pueden transformarse en placeres liberadores. Celebremos un contrato con nosotros mismos para ejercitar el placer como un acto de libertad.
La mayoría de las personas siente que no tiene la vida que quisiera. Entonces, se conforma con lo que le ha tocado. Pero más a menudo de lo que creemos, somos nosotros mismos los que levantamos barreras que nos impiden alcanzar nuestro bienestar. Desconfiar del placer, anteponer las necesidades de otros a las propias, postergar la felicidad para un futuro impreciso: somos capaces de vivir en el sufrimiento y pensar que eso es lo natural, lo que nos ha tocado.
Evelyne Bissone Jeufroy, autora del libro "Cuatro placeres al día, ¡como mínimo! ! El despertar del cuerpo y el alma", Ed. Aguilar, demuestra que tomar un baño, completar un crucigrama o dar un paseo, pueden traernos consecuencias benéficas si lo vivimos con plenitud y con la conciencia del aquí y del ahora. Nuestra salud se enriquece; despertamos a un estado de alegría y de paz interior que es contagioso, y se transforma nuestro entorno. Cada uno de nosotros posee en su interior el potencial de una verdadera revolución. Y tenemos una invitación al banquete de la vida, con las pequeñas y más simples maravillas que nos ofrece al acercarnos a su mesa.
"El placer nos da energías, dinamismo, ahuyenta la fatiga, nos calma y nos cura. Nos devuelve la alegría, nos vuelve a conectar con el cuerpo, con los demás y con el mundo ; siendo también un camino hacia la espiritualidad" Evelyne Bissone Jeufroy
Entrevista a Evelyne Bissone Jeufroy
Psicóloga y Coaching
¿A qué tipo de placeres hace usted referencia cuando habla de realizar "cuatro placeres al día"?
El placer del que yo hablo, corresponde más bien a un estado de vigilia que nos centra en lo que nos hace bien, y hace nacer la calma. Es diferente para cada uno de nosotros. Se busca, se conquista, se construye, y enriquece a la persona aportándole bienestar. No es un estado permanente, sino un momento transitorio de plenitud que puede surgir y resurgir donde sea y cuando sea, a condición de generarlo y de saber "entrar" en él.
¿Se trata de saborear pequeños momentos al día?
El placer que nos hace vivir bien, es el que a menudo está hecho de cosas simples. No es el que hace ignorar al otro o lo hace sufrir. Se define como un reencontrarse que permite realimentarse de energía, distenderse, gracias a una sensación de bienestar, y sonreír al otro. En este orden de ideas, otorgarse placeres, lejos de ser un fin en sí mismo, es una manera de amarse mejor; y amarse mejor es adquirir la capacidad de acoger al otro con un amor auténtico.
¿Cuáles serían esta clase de placeres?
En el consultorio me cruzo a menudo con muchas personas que pasan por la vida mecánicamente, sin tomar conciencia de lo que hacen. Uno de mis amigos, un hombre soltero, se dio cuenta, por ejemplo, tras hablar conmigo, que él se daba, todas las mañanas, antes de comenzar a trabajar, cinco placeres:
  • Un baño
  • Un café en el bar situado debajo de su casa
  • Una llamada por teléfono a su madrina, a quien quiere mucho y con la cual le encanta reír
  • El sudoku del día
  • Un "solitario" en su computadora
¿Y cómo es que todo esto puede beneficiar nuestra salud?
Todos sin dudas, desempeñamos un papel activo y constructivo en nuestra salud. Y lo que influye en ella, impacta también en la enfermedad. En efecto, los enfermos, al igual que muchísimas personas, no conocen a menudo más que el deber o la culpa y la búsqueda de la perfección. Se imponen a sí mismos obligaciones, motivadas por creencias, con frecuencia educativas, que los limitan. Y cuando queremos ser perfectos, estamos siempre por debajo de lo que querríamos alcanzar. No llegar jamás a esa meta, nos hace vivir en la frustración permanente; lo que destruye la sensación de bienestar interior.
¿Y esto de dónde viene?
En general, nos entrenan desde chicos, y sobre todo a las mujeres, a desconfiar del placer, a prestar servicio, a anularnos delante del otro, a ser gentiles, sumisas y serviciales; sin ver las consecuencias psicosomáticas que pueden derivarse de tales acciones, cuando olvidamos nuestro cuerpo, nuestra mente, y nuestras necesidades básicas y vitales. Para estar cómodos con nosotros mismos, es útil pensar en lo que tenemos ganas de vivir, y darnos nuestros placeres.
Entonces, sin dudas la búsqueda de la perfección es un gran impedimento para vivir en el placer…
Lamentablemente, el privarse de bienestar y placer en busca de la perfección y para que todo quede limpio es algo muy común. Pensemos en las chimeneas que se dejan vacías porque el fuego de leña ensucia, o en esos magníficos juegos de copas, o en esos finos platos de porcelana, guardados en los armarios para que no se rompan, y que, a menudo, son reemplazados por platos comunes. Sin embargo, una mesa bien puesta aporta alegría y sensación de fiesta. Y el fuego de leña calienta el cuerpo y el corazón, y agudiza todos nuestros sentidos.
¿Qué sería "estar en el placer"?
Estar en el placer es estar en la vida y en la alegría, apreciando conscientemente el estado presente. El placer al que me refiero aquí es el que depende de nuestras sensaciones y en el que hay que tomarse el tiempo de instalarse plenamente. Corresponde a un despertar que hace nacer la calma. Llega por medio de nuestros cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto, la sinestesia, que engloba el tacto y todas las sensaciones internas (viscerales del cuerpo).
¿Y cómo lo experimentamos?
Caminando por la naturaleza, yendo al cine o al mercado, degustando un sabroso plato, sentándonos en la terraza de un café, cuando nos percatamos de que nuestros cinco sentidos, poco a poco, se despiertan; y que nuestra respiración, hasta entonces superficial y corta, se expande. Y sin dudas, la capacidad de estar en el placer, es algo que se lee en la expresión del rostro, en el brillo de la mirada, en la amplitud de la respiración, y la postura del cuerpo de la persona.
El método de los "cuatro placeres al día como mínimo"
Este método es un plan que debe seguirse durante uno a dos años para que se transforme en una costumbre.
  • Se establece una lista de 25 a 30 placeres personales, de los que luego se extraerán los cuatro placeres diarios, como mínimo.
  • Nos preguntaremos ¿cuándo? ¿dónde? y ¿con quién? ponerlos en práctica. Estas preguntas son esenciales, pues permiten que los placeres y los proyectos, cobren forma, y que el individuo los concrete. No deben, en efecto, quedar en el estado de sueños, sino ser vividos en realidad.
  • Se deberá, además, colocar esta lista en un lugar donde se la pueda visualizar cotidianamente, con el fin de no olvidarla, en los períodos de estrés o tristeza.
  • Una vez que el cuerpo se acostumbra a recibir bienestar diario, cuatro, cinco, o incluso diez veces por día, no lo olvida y siente que le falta cuando eso no ocurre.
  • No es en una semana ni un mes en que se instalará esta costumbre. Se trata de un contrato que uno celebra consigo mismo y que le permite habitar su cuerpo, y anclarse en el instante presente.
Los beneficios de vivir en el placer
  • El placer nos da bienestar y nos recarga energía.
  • Ahuyenta la fatiga.
  • Nos hace volvernos uno con lo que sentimos.
  • No responde a una exigencia, y no tiene que ver con la voluntad. Es el eco de la manera en que supimos gozar del instante presente. Se sitúa en el "ser".
  • El placer debe encararse de manera activa y no pasiva. Llamar a nuestros amigos y hablar por teléfono, no es lo mismo que esperar que ellos nos llamen.
  • Nos da la capacidad de recuperar nuestra vitalidad, de aumentar nuestra sensación de bienestar, y alimenta nuestra autoestima.
  • El placer puede transformar nuestra existencia.
revista buena salud

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