En los momento de tensión, la respiración se acelera, se entrecorta y sube a la zona alta del pecho. La práctica regular de yoga enseña a tomar conciencia de la respiración abdominal (baja, por la nariz, utilizando toda la capacidad pulmonar) y ayuda a hacer de ésta la manera natural e inconsciente de respirar, permitiendo autoconocimiento y regulación del ritmo de la respiración, en función de las necesidades del momento.
- Postura del niño:
- Partimos de la postura de la montaña: Parados, con los pies separados como el ancho de caderas y los brazos sueltos a los costados del cuerpo, percibimos cómo tenemos el cuerpo y la respiración.
- Inhalamos y, al exhalar, el mentón se apoya en el pecho, y el tronco desciende vértebra por vértebra hasta llegar al suelo.
- Flexionamos las rodillas y llevamos los glúteos hacia los talones. Exhalando, doblamos el tronco hacia adelante, intentando apoyar la frente en el suelo.
- Dejamos los brazos extendidos por delante con las palmas apoyadas, y luego los llevamos a los costados del cuerpo con las palmas hacia arriba (postura del niño). Realizamos cinco respiraciones profundas en cada posición.
- Beneficios: flexibiliza la columna. No indicado en caso de lesión en los meniscos.
- Postura de meditación Sukhasana:
- Sentados en el suelo con la espalda recta y las piernas separadas en una “V”, doblamos la pierna derecha y colocamos el pie derecho debajo del muslo izquierdo. Realizamos lo mismo con la otra pierna.
- Colocamos las manos sobre las rodillas en gesto de conciencia (la uña del dedo índice en medio del pulgar, los tres dedos restantes extendidos y las palmas hacia arriba) o de conocimiento (igual pero con las palmas hacia abajo).
- Utilizamos la respiración profunda para aquietar los pensamientos.
- Mantenemos la cabeza en equilibrio sobre el eje de la columna. Los ojos pueden estar suavemente cerrados.
- Observamos la respiración de forma natural en el área del abdomen.
Beneficios: tranquiliza la mente y genera un estado de interiorización.
Relajación final – Savasana
- Acostados boca arriba en el suelo, con las piernas estiradas, mantenemos los brazos extendidos al costado del cuerpo con las palmas de las manos hacia arriba.
- Tratamos que la mayor superficie del cuerpo esté en contacto con el suelo y no haya articulaciones flexionadas.
- Mentalmente recorremos el cuerpo relajándolo. Comenzamos por los pies y terminamos por la cabeza.
Beneficios: relaja física y mentalmente, y retroalimenta la energía. En el proceso de ansiedad se puede utilizar la respiración consciente como herramienta para pacificarse y serenar los latidos del corazón, del sistema nervioso y de la mente.
Fuente: Buena Salud
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