Dos monjes peregrinos, maestro y discípulo, en camino de regreso a su templo, llegaron hasta un arroyo, cuando se disponían a trasponerlo, vieron una joven mujer que angustiada y con lágrimas en los ojos, no se atrevía a cruzarlo, temerosa porque el arroyo había crecido y la corriente era fuerte.
Se acercaron hasta ella, preguntándole que es lo que le ocurría, esta les explicó que necesitaba cruzar hasta la otra orilla, para llegar a ver a su madre muy enferma antes que muriese y al no poder cruzar a tiempo, ya no la podría nunca más ver con vida.Rápidamente el joven monje, fiel a sus votos, se disculpó diciéndole que ellos no la podían ayudar, pues habían hecho votos de castidad y les estaba vedado tocar a una mujer, que desafortunadamente tendría que esperar hasta que las aguas desciendan u otro caminante la ayudase. El otro monje, el maestro, casi sin detenerse más tiempo que para arremangar sus ropas, le dijo:
-Recoge tu pequeña bolsa, súbete sobre mis espaldas y sostente firmemente, pues no ha de ser sencillo cruzar estas aguas-. La subió sobre sus espaldas y sujetándola con firmeza, no sin esfuerzo atravesó las aguas, cruzándola hasta la otra orilla. Allí la bajó, recompuso sus empapadas ropas, recibió el emocionado agradecimiento de la mujer y casi sin palabras reemprendió el camino junto a si discípulo.
Después de recorrer el camino casi en silencio, tres días después, el joven discípulo, sin poder contenerse más, exclamó: "¿ Cómo pudiste quebrar tus votos de castidad, tomando una mujer en tus brazos y cargarla sobre tus espaldas?.
Conoces bien las reglas...Como es posible que la hayas cargado encima tuyo... El maestro cuestionado, con una serena sonrisa en su rostro, le respondió: "Es posible que haya cometido alguna falta, pero esa mujer necesitaba cruzar ese arroyo para llegara a ver con vida a su madre. Yo solo crucé a la mujer y la dejé en la otra orilla, es sólo eso, lo único que hice...... "¿Pero que te pasa a vos, que ya pasaron tres días del episodio y aún la llevas a cuestas?". Yo la dejé del otro lado del arroyo, hace ya tres días y continué mi camino y mis oraciones en soledad. Podemos permitirnos alivianar, al menos en parte, la invisible carga que llevamos, dejando partir el sobrepeso adicional que tantas veces innecesariamente acumulamos y cargamos...
Jaume Guinot
Ciudadano del Mundo
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