dimecres, 15 de maig del 2013

La flor de la honestidad

"… Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en un Reino lejano, un
Príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado Rey, pero
de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió
hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién
sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que
recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y
lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los
comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque
sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el
príncipe, pero pensaba que su hija no estaría a la altura del desafío.
Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al
saber que ella quería ir a la celebración.
Sin poder creerlo le preguntó: "¿Hija mía, qué vas a hacer allá?
Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí.
Sácate esa idea insensata de la cabeza, sé que debes estar sufriendo,
pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura".
Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco
estoy loca. Todo parece indicar que jamás seré escogida, pero es mi
oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca de mi
amado Príncipe. Esto me hará feliz"
Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las
muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas
joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el
Príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla,
aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses, será
escogida por mí, esposa y futura Reina".
La propuesta del Príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que
valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, además de las
costumbres, amistades, relaciones, etc.
El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las
artes de la jardinería, pero cuidaba con mucha paciencia y ternura de
su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su
amor, no tendría que preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos
que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su
sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses
y nada había brotado.
Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su
madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio
en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del Príncipe por
unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras
pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las
más variadas formas, tamaños y colores. Ella estaba admirada. Nunca
había visto una escena tan bella.
Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una
de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar
por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su
vaso vacío sería su futura esposa.
Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie
entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había
cultivado nada. Entonces, con calma el Príncipe explicó: "Ésta fue la
única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en mi
Esposa y Reina: La flor de la honestidad, todas las semillas que
entregué eran estériles".
Maravilloso relato, ¿no?. En tiempos donde lo importante parecen ser
los resultados, los logros, el éxito, lo visible, cultivar el valor de
la honestidad parece un valor perdido, el cual casi hemos olvidado,
somos capaces de inventar los más variados argumentos para excusarnos,
por no decir me equivoqué, para ser humildes y reconocer que otros
tienen la razón, o para decir no sé acerca de esto.
Opinamos sobre todo, juzgamos a todos… La "viveza", hoy en día
comparada con la habilidad, se ha convertido en un valor, encubriendo
la mentira, el engaño, la falta de honestidad para con nosotros mismos
y los demás. La verdad, la sinceridad, la humildad… no son virtudes
exacerbadas en las comiquitas para niños, ni en las publicidades para
adultos.
Nuestra sociedad ha confundido el significado de la palabra ÉXITO.
Si he terminado mi día siendo leal a mí mismo, sin traicionar mis
creencias, mis sentimientos y apegándome a los principios expuestos
por el Dios al cual digo servir, para quedar bien u obtener
resultados… ése ha sido un día de éxito. Puedes hacer de este, un día
exitoso… De ti depende."
Autor : Anonimo
Jaume Guinot
Ciudadano del Mundo

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